lunes, 11 de febrero de 2008

Ser san Pablo vivo hoy

Para comprender el carisma paulino hay que remontarse a las convicciones profundas del P. Alberione, a su sensibilidad misionera y pastoral.

En la literatura eclesiástica de finales del siglo XIX y comienzos del XX es fácil encontrar la lista de los enemigos de la fe católica: masonería, socialismo, comunismo, liberalismo desenfrenado con exaltación del individuo y de la actividad privada, omnipotencia de la prensa que crea una opinión pública atea... El P. Alberione, vicepárroco en una parroquia rural, docente de pastoral en el seminario, catequista y profesor de religión, conferenciante y articulista en favor de la acción social de los cristianos, se da cuenta de la fractura creciente entre Iglesia y cultura, religión y masas, fe y vida. «Hoy el gran mundo, la juventud, la clase dirigente, reciben cada día otras doctrinas, escuchan otras teorías en la radio, asisten a cualquier espectáculo de cine, se dirigen a la televisión para lo más amoral o inmoral. El sacerdote predica a un pequeño, reducido rebaño, con iglesias casi vacías en muchas regiones. Nos dejan los templos, cuando nos los dejan, y se llevan las almas», explica el P. Alberione en noviembre de 1950 en un congreso de Superiores religiosos.

¿Cómo reaccionar frente a semejante situación? Es necesario, dice él, cambiar de mentalidad: no esperar a la gente en la iglesia, sino llevarles el evangelio donde viven; es necesario un nuevo método: no sólo con la palabra, sino también con los medios de comunicación; la prensa, el cine, la radio, la televisión constituyen hoy las más urgentes, las más rápidas y las más eficaces obras de apostolado católico. Puede que los tiempos nos reserven otros medios mejores. Pero en este momento parece que el corazón del apóstol no puede desear nada mejor para dar a Dios a las almas y las almas a Dios. La evangelización debe recurrir a estos medios, que son hoy los más potentes para comunicar el pensamiento, porque actúan poderosamente en las masas; pueden minar gravemente o reforzar extraordinariamente los cuatro quicios de la convivencia humana: la familia, el orden social, el orden religioso, el orden humano-moral.

Para el P. Alberione el apostolado paulino no es un subsidio para la evangelización, sino una forma nueva que complementa la anterior. La convicción más original y que él nunca abandonó es esta: usar los medios de comunicación significa realizar de otra forma lo que el sacerdote lleva a cabo con la predicación oral. El apostolado de las ediciones es predicación con el mismo título que la predicación oral. Existe una equivalencia entre las dos formas: el mismo contenido, con formas diversas. En la Iglesia deben coexistir y complementarse dos formas de predicación que tienen igual dignidad e idéntico fin: la predicación con la palabra y la predicación con la pluma, el micrófono, la película, la telecámara y el disco.

La certeza teológica de la equivalencia de las dos predicaciones sugiere al Fundador una visión mística de las tecnologías de comunicación: «Cuando estos medios del progreso sirven a la evangelización reciben una consagración, quedan elevados a la máxima dignidad. La oficina del escritor, el taller de la técnica, la librería se convierten en iglesia y púlpito. Y quien trabaja en ellos se eleva a la dignidad de apóstol». Y añade: «La máquina, el micrófono, la pantalla son nuestro púlpito; la tipografía, la sala de producción, de proyección, de transmisión, es como nuestra iglesia». «La librería es un templo; el librero un predicador; los frutos que se buscan son la luz, la santidad, el gozo en Cristo Jesús y la vida cristiana. El mostrador es un púlpito de la verdad».

Santidad para el apostolado

Si el apostolado paulino es auténtica predicación que brota como testimonio de una vida llena de Dios, se comprende por qué el P. Alberione considera a los Paulinos como «apóstoles». «Formar una organización, pero religiosa, donde las fuerzas están unidas, donde la entrega es total, donde la doctrina será más pura: y esta sociedad de almas que aman a Dios con toda la mente, con todas las fuerzas, y con todo el corazón, se ofrecen a trabajar por la Iglesia, contentas con el salario divino: "recibiréis cien veces más, y poseeréis la vida eterna" (Mt 19,29)» (AD 24).

De ahí que la santidad personal sea la premisa para el apostolado paulino: «Apóstol es quien lleva a Dios en su alma y lo irradia a su alrededor. Apóstol es un santo que acumuló tesoros y comunica de su abundancia a los hombres». Y puesto que la predicación paulina es un apostolado inédito: «Se necesitan santos que nos precedan en estos caminos aún no batidos y en parte ni siquiera indicados. No es tarea de aficionados, sino de auténticos apóstoles». Se trata de una visión sobrenatural que mueve al Fundador a valorar las obras de los Paulinos, convencido de que la fuerza de Dios puede suplir la incapacidad humana. La reflexión teológica del Vaticano II sobre el rol de los laicos en la Iglesia, la participación de los laicos en los carismas de los Institutos religiosos, la necesidad de una preparación profesional y la escasez de vocaciones religiosas justifican una necesaria evolución de esta visión autárquica.

Espiritualidad para el apostolado

Inspirándose en la encíclica de León XIII Tametsi futura, el P. Alberione puso como centro de la espiritualidad para los apóstoles de las ediciones a Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida. Explicando esta elección, el Fundador manifiesta su intención de presentar un Cristo total, no fraccionado en alguna devoción, capaz de abarcar la totalidad de la persona humana que, según la antropología del tiempo, se define como «mente, voluntad y corazón». Cristo Verdad revela la doctrina a la mente del hombre; Cristo Camino ofrece la moral a la voluntad humana; Cristo Vida indica el culto «en espíritu y verdad» al corazón humano. Todo el Cristo a todo el hombre: es una parte del «todismo» del que el Fundador habla con frecuencia. «La Familia Paulina aspira a vivir integralmente el evangelio de Jesucristo, camino, verdad y vida, en el espíritu de san Pablo, bajo la mirada de la Reina de los Apóstoles. No hay en ella excesivas peculiaridades, ni devociones especiales, ni superfluas formalidades, sino que se busca la vida en Cristo Maestro y en la Iglesia» (AD 93-94).

Por otra parte, el apóstol san Pablo fascina al P. Alberione hasta el punto de llegar a decir a los miembros de sus instituciones: «Todos han de mirar a san Pablo apóstol como único padre, maestro, modelo y fundador. Porque lo es de hecho. Por él nació la Familia Paulina, por él fue alimentada, él la hizo crecer y de él asumió su espíritu» (AD 2). Y también: «San Pablo ha inspirado la fundación de la Familia Paulina para continuar su vida y sus obras en el tiempo. Él quiere que nosotros realicemos hoy lo que haría él. ¿Qué haría? Se serviría de los medios de comunicación modernos, prensa, cine, radio, televisión para anunciar la doctrina del amor y de la salvación que es el evangelio de Jesús».

El amor del P. Alberione a la Madre de Dios puede deducirse de lo que se lee en el texto autobiográfico: «Sin el rosario él se sentía incapaz de hacer exhortación alguna» (AD 31). Mandó pintar un cuadro que representase a la Madre de Dios como Reina de los Apóstoles y la ideó así: María, elevada sobre los Apóstoles, ofreciendo con sus brazos al niño Jesús que lleva en la mano izquierda una hoja de papel blanco enrollada (para simbolizar la Palabra transformada en Prensa). María es considerada modelo del apóstol paulino. Y se llega al audaz paralelismo: «como María ha encarnado la Palabra de Dios, así el Paulino debe encarnar con el apostolado de las ediciones esa misma Palabra».

Actualidad del carisma paulino

Después de largos años de luchas, obstáculos e incomprensiones, participando en el concilio Vaticano II, el P. Alberione experimentó una inmensa alegría cuando se aprobó el decreto Inter mirifica (4

de diciembre de 1963), que compromete a toda la Iglesia en la evangelización con los medios de comunicación social. «La Iglesia católica considera parte de su misión servirse de los instrume

ntos de comunicación social para predicar a los hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de estos medios» (IM 3). Todos los cristianos y en especial los obispos y sacerdotes, son invitados a asumir los medios de comunicación social para «la

predicación», la misma finalidad que obstinadamente el P. Alberione venía indicando desde 1914. Con gozo, el Fundador pudo escribir entonces a todos los Paulinos: «Nuestro apostolado ha sido aprobado, alabado y establecido como un deber para toda la Iglesia... En muchísimos documentos pontificios se había hablado de ello, ocasional o expresamente. Ahora ha sido discutido, clarificado y definido por el concilio ecuménico Vaticano II, donde estaba representada toda la Iglesia, con la presencia del Papa, que "aprobó, decretó y estableció". La actividad pauli-na ha sido reconocida como apostolado junto a la predicación oral, rodeada de alta estima ante la Iglesia y el mundo».

Pablo VI en la audiencia concedida a toda la Familia Paulina el 28 de junio de 1969, afirmó en presencia del Fundador: «Nuestro P. Alberione siempre alerta a escrutar "los signos de los tiempos", es decir las formas más geniales de llegar a las almas, hadado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar vigor y amplitud a su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y las posibilidades de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos. En nombre de Cristo, Nos se lo agradecemos y lo bendecimos».

El cambio de mentalidad que propició la reflexión del Vaticano II sobre la Iglesia, los miembros del Pueblo de Dios (obispos, sacerdotes, laicos), la reforma bíblica y litúrgica, el impulso misionero, la ampliación del concepto de predicación, el relanzamiento de la vida religiosa, la nueva visión de la libertad religiosa y la autonomía de las realidades terrenas hacen necesaria una profundización y reelaboración de algunas convicciones del P. Alberione, fruto de la cultura y de la teología de su tiempo. Sin embargo, recurriendo especialmente al interés de la Iglesia por la comunicación, especialmente a textos del magisterio universal (Communio et progressio, Evangelii nuntiandi, Orientaciones para la formación de los futuros sacerdotes sobre los instrumentos de la comunicación social, Redemptoris missio, Aetatis novae, Ética en las comunicaciones sociales, Ética en Internet y La Iglesia e Internet) sigue teniendo una insuperable actualidad, con proyección de futuro, la certeza esencial del P. Alberione: todas las tecnologías de la comunicación pueden llegar a ser ocasión de una «nueva predicación» en la «nueva evangelización».

Escribe el P. Alberione: «Así pretendo pertenecer a esta admirable Familia Paulina: como servidor ahora y en el cielo, donde me ocuparé de quienes emplean los medios modernos más eficaces para el bien: en santidad, en Cristo, en la Iglesia». Beatificado por Juan Pablo II el día 27 de abril de 2003, todos los que quieran testimoniar a Cristo con la comunicación mediática y digital pueden encontrar en él un seguro intercesor.

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